01 febrero 2009

Los animales moribundos


El fin de semana pasado leyendo la columna de Marcos Díez publicada en El Mundo titulada "Lo irrepetible" llegué a pensar que en algún bar se había topado con algún conocido/a mío. En esa columna el autor hablaba de lo cansina que es la gente pesimista y lo mucho que desgastan. También resaltaba la importancia de vivir cada momento como si fuera irrepetible(completamente de acuerdo con él).
Pero volvamos a la gente pesimista, yo pensaba que no había nada peor que alguien que lo ve todo negro, pero estaba equivocada. Cada vez veo a más animales moribundos arrastrándose y salpicando con su sangre a quien por su camino se encuentran. Los podreís reconocer por mirada perdida, sus corazones llenos de rencor, sus teorías de la conspiración, sus garras aferrándose al calor de cualquiera que les pueda escuchar. Ya no tienen amor y si continúan ensimismados en su dolor autoprovocado no lo tendrán nunca...
"Me dejó y eso que fuí muy bueno", "no entiendo por qué ya no está conmigo" murmuran antes de empezar a despotricar sobre aquéllos que les amaron. Son víctimas, nunca verdugos, siempre tuvieron una conducta impecable, lo daban todo sin esperar "nada". ¡Bienaventurados los que caigan en esa trampa!" Muestran con orgullo las heridas del desamor y aprovechan cada momento para espacir sus excrementos y si pueden te arrastran con ellos, ya nada importa. El odio, la rabia y la envidia son el néctar del que beben. Sus amigos los lloran porque les dan casi por muertos, no reconocen a los compañeros de juergas, de viajes, de momentos irrepetibles. Se han quedado estancados, cómodos en su propia podredumbre.
Para todo hay un tiempo, hasta para la autocompasión. Si alguien no nos quiere hay que llorar, gritar y patalear, incluso maldecir pero nunca hay que olvidar la dignidad, ni a los seres que nos quieren y nos escuchan, sin ellos dejamos de estar en contacto con la realidad.
Me gustaría pensar que hay una cura para los animales moribundos, pero algunos están tan tocados de muerte que resulta imposible ver un atisbo de humanidad. Incluso en algunos su dolor deja de ser bello.
Una pena...

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy contigo, hermana, hay que poner tierra por medio con esos vampiros emocionales.
Enigmala.

Anónimo dijo...

Apena la derrota de un ser humano que apura algo de oxígeno en el autocompadecimiento. No amarse a uno mismo, no soportar reconocerse en ruinas cuando toca, no aceptar el revés pasajero del destino, esquivar ser humano.
Quedar anclado en la latitud del gris. Es triste, pero es responsabilidad de cada uno.

Me impresionó el texto.
Espero veros el fin de semana.
Fer.

A.S. Olivier dijo...

Una, dos y 3

ouh Ouh YEAHHH!!!
(Featuring Rafa Méndez, "fame" tv program)

what´s going on, baby?, don´t let it kills U!

Anónimo dijo...

Estoy seguro de que el buen escritor que es Marcos Díez no quería justificar tu exposición de naturaleza histérica también denominada aerofagia. Siempre es un acierto rodear el mal olor de perfume de rosas para eludir la podredumbre. En este sentido chapeaû, por lo demás recordar que subyace un destino concreto para el que no sólo ve los toros desde la barrera, sino que a veces baja disfrazado cual mortadelo entrado en carnes o fémina ballena a colocar unas banderillas como el que pasaba por aquí... Nadie merece ser despreciado y por si alguien lo desconoce, nada más estúpido que el dolor optimista, aunque nunca haciendo bandera ni instalándose dentro de sus aristas. Una vez más acudimos al cierto desconcierto de la hipocresía. Hasta al dolor hay que darle la cara, y enseñarle los dientes, ahora más que nunca. En estos tiempos de realidad absoluta más de uno debería desinstalarse de la dualidad etérea que nos ha hecho nómadas del alma y sanearse la boca, incluso quizá probar la sinceridad de su falsa sonrisa.

Anónimo dijo...

qué grande, qué grande! sí señor chuli, muy bien dicho!