31 octubre 2005

Ácaros con calcetines


Un día de verano, a eso de las ocho de la tarde, te das cuenta que el otoño comienza a entrar de puntillas. Intentas no pensar en ello, hasta que una mañana tienes que dejar las chanclas en casa y buscar desesperadamente un par de calcetines y unos zapatos.............¡Horror! sales a la calle, llueve, sigue haciendo calor y empiezas a sudar tanto que hasta el paraguas se te resbala, estás perdid@ y no sabes qué hacer. Vas a trabajar y allí pasa de todo, pero de todo lo peor: el ordenador no te quiere, tu jefe te pide que conviertas el agua en gin kas, nadie entiende una palabra de lo que dices... Para completar la jugada un ataque de alergia se apodera de ti y te conviertes en una máquina de estornudar andante. Tu cara cambia y tu voz se transforma en la del primo resfriado de Constantino Romero. Un recuerdo asalta tu mente: tu cama calentita que abandonaste hace 12 horas. Deseas que el día acabe y que, para variar, acabe bien.

Cuando por fin consigues sortear todo tipo de desdichas rutinarias ya estás en casa, en tu refugio, quitándote los calcetines mojados y sudados... Apenas puedes esperar a meterte en la cama, cuando consigues llegar no puedes dormir y la imagen de tu playa favorita aparece en tu cabeza dentro de una señal de prohibido hasta el próximo año. Una lágrimita recorre tu mejilla y moja la almohada. Deseas con todas tus fuerzas poder volver a ponerte tu chanclas y flotar por esas calles soledas del centro, llenas de locos y de viento sur.

No llueve eternamente, o eso dicen...

18 octubre 2005

El otoño me ataca...


Siento no haber podido actualizar los contenidos pero mi ordenador está en coma (recemos todos juntos una oración para que se recupere pronto). Me han gustado mucho vuestros mensajes de apoyo y sorpresa (algunos pensabaís que sólo sabía hablar de tonterías, jeje...). Veo que incluso os habeís enganchado a algunos links, así que no os defraudaré, seguiré poniendo más cosas e investigando...

En breve publicaré el texto "Ácaros con calcetines" para dar la bienvenida a este otoño raro. De momento, si me quereís escuhar, os espero en Radio Camargo 100.4 (para los cantabrones) los viernes por la mañana sobre las 9:30 de la mañana. Es una buena manera de empezar la mañana con una sonrisa ¿no? Ya me contareís lo que os parece el programa...

Disfrutar de los nuevos links...

06 octubre 2005

No se lo cuentes a nadie...


Quién no ha oído alguna vez esta frase de labios de alguien antes o después de haber compartido un secreto... Y he aquí la cuestión ¿los secretos se comparten, se traspasan, se heredan o se arrojan? Cuando alguien nos hace prometer que no se lo contemos a nadie, ese "nadie" a quién se refiere ¿A la gente implicada? ¿Al kioskero de la esquina a modo de anécdota? ¿Realmente, podemos llegar a creer que hay secretos que sólo conoce una persona y con su muerte es secreto se esfuma?...

Los secretos queman, escuecen e impacientan, son como una patata caliente que hay que tocar con la punta de los dedos; por eso, hay que compartirlos, porque si nos quedamos con la patata mucho tiempo acaba quemándonos.

A veces hay secretos que tienen fecha de caducidad y cuando seguimos creyendo que guardamos un gran secreto, resulta que éste ya lo sabe todo el mundo y carece de valor e importancia. En otras ocasiones, nos encontramos con un secreto a voces (curioso término por cierto) que es una especie de secreto de segunda liga debido al número de personas conocedoras del secreto, por eso, no tienen la categoría de los secretos compartidos por dos o tres personas.

A medida que crecemos los secretos cambian. Tal vez, los más fascinantes son los secretos que guardamos a los 14 años. Esos secretos son intensos y peligrosos y suelen girar entorno a "que no se enteren mis padres de que..." o " Fulanita me ha dicho que se iba con los del barrio al faro y yo me he quedado aquí para encubrirla por si viene su hermano" o "Menganito me dió un beso el sábado detrás del patio del colegio". Suelen ser secretos que "caducan" en la adolescencia, pero que siemrpe serán recordados.

Al madurar los secretos que nos confisan y confesamos se acaban transformando en contratos con fecha de inicio, claúsulas... pierden intensidad y nos vamos pasando al patata caliente los unos a los otros y, al final, todo se acaba sabiendo.

¿A quién elegimos para desvelar nuestros secretos? Los candidatos ideales son aquellas personas que custodian un secreto como un gran tesoro con cuatro candados. Este tipo de individuo tienen un gran cementerio de secretos en su interior, cada uno con su losa, nombre y epitafio: "Andrés año 1998. Engañó a su mujer con Pablo", "Andrea año 2001. Gastaba su sueldo en el bingo" o "Pedro año 2004. Nunca quiso a su mujer". Lso cementerios de secretos son difíciles de mantener, necesitan tiempo y dedicación, y cómo no, cierto mimo. Cada secreto requiere un trato diferente; hay que saber a quién no se lo puedes contar, cuándo puedes hablar con el depositario de ello, buscar el moemnto adecuado para derribar la losa y sustituirla por otra...

Mi cementerio me pesa y cada vez es más grande y profundo, apenas tengo sitio...

Cuando nos cuentan un secreto sobre algo bueno o positivo para alguien, una sonrisa de complicidad invade nuestra cara. En cambio, cuando tenemos que guardar algo malo, muy malo y no se lo podemos contar a nadie, es como si nos hubieran puesto en la puerta un perro qeu no queremos, pero qeu no podemos dejar en la calle. Entonces, lo recojemos, lo damos de comer y echamos pestes cuando nos caga en mitad del salón.

No me gustan los perros y sinceramente creo que los secretos empiezan a amontonarse en mi puerta...